Alabar a Dios es un privilegio para el ser humano desde los
tiempos de Jesús en la tierra.
El Rey David es uno de los
principales músicos y poetas que muestra las Sagradas Escrituras, reflejando
toda una vida de alabanzas y un corazón que sede ante la presencia de Dios a
través de la música.
Y es que el lenguaje de la
música es uno de los principales mecanismos para prepararnos para comunicarse
con Dios, independientemente la nacionalidad, sexo, raza y religión.
La música cristiana se
convierte en un instrumento de gratitud, obediencia y alabanza ante Dios con un
corazón humillado.
La década de los 60,70, 80 y
90 ´s, marcaron a nivel del cristianismo en El Salvador, una época de
avivamiento en la música evangélica.
Grupos nacionales como Hosanna
Kir, Ultima Generación, Romero y Sonia, entre otros, se convertieron en una
leyenda musical difícil de desaparecer del recuerdo de muchas personas, incluso
a nivel de la radio difusión.
Para muchos, el éxito de cada
uno de estos grupos se debió a la
calidad y el tiempo de consagración que cada uno de ellos tenía antes, durante
y después de cada concierto.
Esta consagración se reflejó
en cada letra de la música, que inspiró
a cientos de personas en acercarse más a
Dios. El avivamiento que generó esta música también se denotó en los conciertos
donde cristianos y no creyentes cedieron ante la presencia de Dios, orando y llorando.
A nivel internacional también
se vivió un auge de la música cristiana con grupos como Generación de Jesús, México
80, Vox Dei, Marcelo Patrono, Aníbal Marroquín, Estanislao Marino, entre otros.
El ritmo de las melodías
también contribuía a buscar la consagración y a mantener una relación con Dios,
a diferencia de lo que sucede actualmente en la música cristiana.
El atractivo de los ritmos “mundanos”
ha llegado hasta la música cristiana sin
ninguna diferencia de lo que presentan artistas que no conocen a Dios.
El reguetón y el perreo han acaparado las
audiencias cristianas, y convertirse en éxitos “cristianos” dejando al
descubierto hasta dónde llegará la música cristiana.
Independientemente del
género, la música cristiana presenta uno de los retos para volver a revivir
tiempos de avivamiento tanto a nivel nacional e internacional.
Un avivamiento que no debe
estar expuesto al ranking de popularidad de las ventas de los discos o
incluirse en las listas de éxitos de las principales radios.
Avivamiento y el éxito de una
canción o el intérprete debe reflejarse en la calidad de entrega hacia Dios y una
vida de oración para que el mensaje penetre en los corazones de cientos de
personas y que busquen una comunicación con Dios y que sus vidas encuentren un
nuevo rumbo.
Lejos de la popularidad y
obtener riquezas, la música debe convertirse en un lenguaje entre Dios y el hombre,
capaz de restaurar vidas, sólo así se obtendrá un verdadero avivamiento.